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Aunque aún no están disponibles los números definitivos u oficiales sobre variables clave, ya podemos tener un panorama claro sobre el desempeño global de la economía nacional en el primer semestre del 2013 y construir escenarios previsibles para la segunda mitad y el cierre del año, así como perfilar tendencias hacia el 2014.
Es evidente que en el primer semestre recién concluido se dio una desaceleración, respecto a lo que fue el 2012, con lo cual se han venido ajustando a la baja los pronósticos de crecimiento para el año, que hoy estimamos entre 3 y hasta 3.3 por ciento.
Pensamos que el crecimiento del primer semestre fue de 1.9% respecto al mismo periodo de 2012, cuando el dato fue de 4.7 por ciento. La desaceleración fue especialmente fuerte en el primer trimestre, y a partir de ahí se ha ido diluyendo consistentemente. Tenemos confianza en que en los tres próximos trimestres, el PIB tendrá crecimientos superiores en términos de variación anual.
La explicación del menor crecimiento radica en su mayor parte en el menor dinamismo que mostró en el mismo periodo la economía en Estados Unidos, especialmente en febrero y marzo, lo cual afectó el ritmo con que venían creciendo nuestras exportaciones. En ese país, la consistencia de la recuperación que se venía experimentando se vio disminuida por diversos factores.
Uno importante fue la incertidumbre provocada por los desacuerdos políticos para establecer lineamientos de largo plazo en materia presupuestal y tributaria. Finalmente se lograron arreglos provisionales de recortes al gasto público y aumentos impositivos, que necesariamente se reflejaron en las expectativas y la actividad productiva.
Por su parte, en México, el crecimiento también resintió la moderación y los retrasos en el gasto y la inversión por parte del sector público, particularmente en el primer trimestre. Creemos que esto pudo tener un efecto de alrededor de cuatro décimas de menor crecimiento del PIB en el primer trimestre.
El subejercicio es entendible, tratándose del inicio de un nuevo ciclo sexenal, con los correspondientes relevos en las dependencias de gobierno, aunque es importante que se tomen medidas para que estas situaciones no se presenten recurrentemente.
De cualquier modo, el retraso en el gasto de gobierno se ha venido reduciendo progresivamente y confiamos en que se ajustará completamente en este segundo semestre, incentivando en esta fase un mejor desempeño económico, con efectos que se proyectarán al próximo año.
En general, podemos decir que en el primer semestre del 2013 tuvimos un desempeño más parecido al inercial de la economía nacional, como el que hemos registrado en las últimas dos décadas, con un crecimiento anual promedio de menos de 2.5 por ciento. El año pasado, todavía influyó la parte final de recuperación o efecto de rebote de la fuerte caída del 2008. El gran desafío de romper con esta inercia sigue vigente.
Para lo que resta del año vemos un panorama marcadamente mejor que en la primera mitad, y más aún para el 2014, que podría tener un crecimiento de hasta 4 por ciento. Pudiera inclusive ser de 5.5% o más en la medida que se concreten y empiecen a implementar reformas de gran calado en materia energética y hacendaria.
Las condiciones son mucho más idóneas tanto en el exterior como en el país. Ayudará mucho la recuperación del ciclo del gasto público, que siempre tiende a crecer en el segundo semestre, y el escenario se presenta con estabilidad macroeconómica: una inflación a la baja, que podría acabar en un 3.5%; tasas de interés a 28 días de aproximadamente 4.2%; y un tipo de cambio de 12 y medio pesos por dólar.
En el empleo, esperamos cerrar 2013 con alrededor de 650 mil nuevas plazas registradas en el IMSS. Será un año muy bueno en inversión extranjera directa, pudiendo acercarse a los 40 mil millones de dólares y al menos la mitad de esa cifra sin incluir la compra de empresas mexicanas por parte de capital externo.
En Estados Unidos, se registran indicios de repunte en el sector manufacturero y muestras de que ya se ha absorbido el choque contraccionista de las medidas fiscales. Un dato alentador es que en los primeros seis meses de este año, la tasa de crecimiento del empleo es la más alta desde el 2005, y en mayo y junio se generaron cerca de 200 mil nuevos puestos de trabajo por mes.
La situación en Europa sigue siendo difícil, y se estima que la economía de la Unión Europea tendrá una retracción similar a la del 2012, de 0.2 por ciento. Por su parte, China muestra una de desaceleración. De agravarse estas dinámicas, podríamos vernos afectados, sobre todo como consecuencia de una eventual reducción de las exportaciones que hacen los estadounidenses.
Sin embargo, no se plantean grandes riesgos en la perspectiva internacional, en un panorama de menor volatilidad en los mercados financieros internacionales que el acostumbrado en los últimos años.
La posibilidad de un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos está proyectado para dentro de dos años.
La variable clave que puede llevar al alza o a la baja las expectativas reside, nuevamente, en las reformas estructurales programadas para su discusión en el próximo periodo ordinario de sesiones del Congreso, que inicia en septiembre.
Es el factor crítico para que el optimismo y las señales de interés por invertir en México, se materialicen, con dinero y empleos de por medio. De hecho, existen planes de inversión o expansión retenidos por la incertidumbre sobre la orientación y alcances de las reformas hacendaria y energética. De éstas depende en gran parte el que dejemos la etapa de “estancamiento estabilizador” que se ha prolongado por décadas o que se desinfle el llamado “momento mexicano” y sigamos en la inercia.
Por ahora ese momento sigue vigente: significa confianza en que hay una alineación de condiciones excelente para consolidar la estabilidad macro y lograr un desarrollo más acelerado y sostenible. Pero debemos tener claro que una de esas condiciones indispensable es una posibilidad y no una realidad asentada: se percibe que la voluntad de sacar adelante las reformas va en serio y que son viables, ante la mejora en el clima de concertación política, pero la prueba todavía no se supera.