El País, Internacional, pág. 13, A. Bolaños J. Casqueiro.
París, omnipresente en la décima cumbre del G20 por los atentados terroristas del pasado viernes, ha tenido también protagonismo en las discusiones de los altos funcionarios, los llamados sherpas, que pulen el comunicado con los acuerdos de esta reunión de líderes de países avanzados y emergentes. El ministro francés de Finanzas, Michel Sapin, ya dejó claro el domingo ante la prensa de su país que la parte del texto referida a la Cumbre del Clima, que se celebrará dentro de dos semanas en París, era “demasiado genérica”, mientras el titular de Asuntos Exteriores exigía un “mensaje político mucho más contundente”.
La reescritura a contrarreloj del comunicado, con el que se ha cerrado este lunes la cumbre del G20 en Antalya (Turquía), refleja finalmente el compromiso de los países ricos y emergentes por alcanzar un acuerdo “con fuerza legal”, “aplicable a todos” y “ambicioso, justo, equilibrado, durable y dinámico”. Además, subraya que el objetivo común es hacer todo lo posible por limitar el aumento de temperatura este siglo a “dos grados” respecto a los niveles preindustriales, y matiza que cada país perseguirá su objetivo “según sus responsabilidades y capacidades”.
Cada una de estas frases es resultado de un tira y afloja entre los gobernantes de las principales economías del mundo, responsables del 85% de las emisiones contaminantes. Los mismos países serán actores determinantes dentro de dos semanas en la Cumbre del Clima, que busca cerrar un acuerdo que sustituya el Protocolo de Kioto a partir de 2020. 147 países han establecido objetivos voluntarios de reducción de emisiones dentro del plazo previsto, y otros 13 lo han hecho después. A diferencia de Kioto, no hay objetivos obligatorios ni sanciones por incumplimiento, pero Francia, alineada con la UE y la ONU, pugna por que los objetivos sean vinculantes, algo a lo que EE UU, que no firmó el protocolo de Kioto, se resiste.
Las próximas dos semanas dirán si Francia logra su objetivo, pero el compromiso alcanzado este lunes en Turquía mejora sensiblemente el punto de partida de la negociación: el trecho entre un acuerdo “con fuerza legal aplicable para todos” y los objetivos vinculantes se antoja más corto. El otro frente de discusión, el más intenso, según indicaron fuentes europeas a France Press, es el que involucraba a los países emergentes, con India y Arabia Saudí, a la cabeza. Las economías emergentes son ahora las principales responsables del aumento de las emisiones, pero ni mucho menos del total de gases acumulados en la atmósfera, mucho más vinculados a la actividad de los países industrializados en las últimas décadas.
Algunos Gobiernos de países emergentes temen que se les exija demasiado en función de ese objetivo de dos grados y de lo que en el comunicado ha quedado como un pacto “dinámico”, en alusión a la pretensión europea de que se revise cada cinco años si el recorte de emisiones es suficiente. De hecho, con los compromisos voluntarios recopilados hasta ahora, la ONU vaticina que las emisiones seguirán subiendo, al menos, hasta 2030 (un 45% por encima del nivel de 1990) y que la subida de la temperatura global rondará los tres grados, por encima del umbral de riesgo señalado por los científicos.
Lo que no se despejó aquí es si habrá nuevos fondos para financiar inversiones de mitigación y adaptación en los países mas pobres. La OCDE estimó este año que el compromiso inicial previsto para 2020 (100.000 millones de euros entre financiación pública y privada desde las economías más pujantes) va camino de cumplirse, al sumarse ya 62.000 millones.
Tras el final de la cumbre, organizaciones como Oxfam lamentaron que la falta de compromiso de los países avanzados para aumentar su financiación a economías menos desarrolladas “hizo más difícil un acuerdo en otras áreas”, como asumir ya que habrá un mecanismo de revisión cada cinco años, o fijar un calendario para la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles.
Fuente: El País