Excélsior, Primera-Nacional, pág. 27, Claudia Ruiz Massieu.
El próximo 30 de noviembre dará inicio la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en París, Francia. A este evento, acudiremos representantes de 195 países con el propósito de concluir la negociación de un nuevo acuerdo global que nos permita atender el desafío del cambio climático, causado por las emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero, generados por la actividad humana.
Esta cita multilateral, representa una oportunidad histórica para que los líderes del mundo acuerden instrumentar un sistema en el que todas las naciones nos comprometamos a reducir las emisiones que causan este fenómeno, así como también tomar medidas para adaptarnos al cambio climático que ya constatamos.
Las implicaciones no son menores, pues si bien el cambio climático constituye un reto ambiental, posee también aristas de corte social y económico y, por ende, se trata de un asunto de desarrollo en su concepción más amplia.
El gas de efecto invernadero más abundante en la atmósfera es el dióxido de carbono, que proviene principalmente de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el diesel y otros derivados del petróleo. Ello ocurre en su mayor proporción como resultado de la generación de energía requerida por los sistemas productivos y de servicios de nuestras naciones. Por lo tanto, es un asunto relacionado con la actividad económica mundial.
El acceso a la energía es esencial para combatir la pobreza. Es necesario dotar de energía a la población para permitirle acceder a los servicios básicos y así elevar su calidad de vida. Sin embargo, no debemos dejar de observar que en la mayoría de los países, la forma más económica de generar energía es a partir de fuentes fósiles, las cuales dan origen a los gases de efecto invernadero. No obstante, la ciencia nos advierte claramente que no es posible mantener la tasa actual de emisiones indefinidamente. De acuerdo con el V Reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático —cuerpo colegiado de científicos del cambio climático del mundo—, la concentración de este tipo de gases presentes en el planeta no tiene precedentes en varios miles de años.
Lo anterior, acarrea una serie de consecuencias que incluyen eventos hidrometeorológicos extremos, tales como sequías y huracanes, que México padece de manera cada vez más frecuente e intensa, así como otros que son de más lento desarrollo, como el deshielo de los polos y el aumento del nivel medio del mar, que amenaza la existencia de países insulares. Los científicos globales alertan sobre impactos en la producción de alimentos y en el ciclo del agua. El reto que enfrentamos es enorme por su magnitud y por su impacto para el desarrollo sostenible de la humanidad. Se trata, ni más ni menos, de la necesidad de modificar la manera en que el mundo se desarrolla.
Luego de cuatro años de negociaciones, es innegable la voluntad política de la mayoría de países para enfrentar este reto de manera coordinada y eficaz. México ha participado activamente para restaurar la confianza en este proceso multilateral con propuestas concretas para fortalecer el régimen climático global.
Nuestra nación fue el primer país en desarrollo, y la primera de las economías emergentes, en presentar por adelantado el compromiso que está dispuesto a asumir en la COP21, con respecto a la reducción de gases así como a acciones de adaptación, mismas que deben permear a todos los países para sumarse a estas tareas. Al día de hoy, 167 países han comunicado su contribución a este esfuerzo, incluyendo a China y Estados Unidos, los dos principales emisores mundiales, así como a todos los países desarrollados y a las 20 mayores economías del mundo.
México participará en esta Conferencia con ánimo constructivo. La negociación continúa y deben aún resolver algunos aspectos esenciales, tales como el financiamiento de la transformación de nuestro modo de consumo. Estamos convencidos de que es posible unir esfuerzos a nivel global en pos de una de las causas más nobles: garantizar el desarrollo de las generaciones presentes y futuras, asegurando el desarrollo social y el crecimiento económico, en armonía con la naturaleza.
Fuente: Excélsior