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Ahora que persisten escenarios de debilidad o incertidumbre en el sector externo, es fundamental apostar con mayor visión estratégica y voluntad para que las cosas realmente sucedan en la gran reserva de potencial que tenemos en nuestro mercado interno: motor de crecimiento que permanece en gran medida estancado, funcionando a una escala muy inferior respecto a su capacidad y la proyección que puede y debe tener.
La realidad es que, por años, no hemos conseguido relanzarlo, lo cual depende en gran medida del desarrollo y multiplicación de las micro, pequeñas y medianas empresas, responsables de más del 70% de los empleos en el país, pero sólo del 52% del valor de la economía.
La brecha de productividad y dinamismo que experimenta el sector exportador frente a la mayoría de las empresas en México sigue siendo honda. No hemos podido conectar estos dos grandes polos.
A pesar de avances importantes desde que México comenzó a conformar una política nacional dirigida específicamente a impulsar a la pequeña y mediana empresa, desde los años 90, no podemos estar satisfechos con el saldo que acumulamos a la fecha.
Los obstáculos de mayor peso para el desarrollo empresarial subsisten, tras casi 20 años de programas para Pymes que no han rendido resultados contundentes y décadas de irregularidades e inconsistencias en la política industrial.
Los principales problemas que enfrentan las pymes, no solo en México, sino a nivel mundial son:
Distorsiones en mercados, exceso de trámites, falta de acceso a crédito, tanto para capital de trabajo como para invertir, corrupción de autoridades, inseguridad pública, regulaciones excesivas para la capacidad administrativa de un pequeño negocio, obligaciones, costos fiscales y laborales complejos, además de restrictivos. Cada uno de estos factores es un área de oportunidad.
Las Pymes siguen enfrentando condiciones altamente desfavorables en aspectos bien identificados. La mayoría opera en situaciones precarias: sin apoyos ni solidez en su planeación y gestión. El 75 por ciento de las que se abren, dejan de existir durante los primeros cinco años, y muy pocas pueden dar el paso para convertirse en medianas o compañías de crecimiento acelerado, elemento que en otros países ha sido clave de progreso.
Estamos en un momento oportuno para apuntalar una política Pyme de avanzada. El Gobierno de la República tiene un compromiso total hacia las Pymes.
Sentemos condiciones para incentivar una verdadera revolución empresarial que catapulté a la economía nacional.
El Consejo Coordinador Empresarial ha planteado nuevas áreas de incidencia y acción del Pacto por México, para reforzar en el corto plazo el desarrollo nacional, con efectos sensibles en el mercado interno y las empresas.
Un eje prioritario es iniciar una cruzada nacional por la formalización económica: eslabón esencial para que tengan éxito reformas que ya se han logrado, como la laboral, y las pendientes, como la hacendaria y la financiera. Es vital para realmente dar paso a incrementos significativos y sustentables del crédito, la productividad, la masa salarial, y la recaudación tributaria.
Las empresas informales, en promedio, son 45% menos productivas que las formales, y su desarrollo está sumamente constreñido.
En este aspecto, el sector empresarial ha trabajado una propuesta integral en el programa “Una sola economía, todos dentro de la ley”, que queremos reactivar en sinergia con el Gobierno de la República, para poner en funcionamiento un paquete eficaz de incentivos, apoyos y políticas que favorezcan una formalización económica masiva.
Urge concretar un acuerdo marco para una política industrial de avanzada, con las Pymes como pilar fundamental: propiciar cadenas de abastecimiento, esquemas de capital semilla y financiamiento a empresas de alto potencial, polos de desarrollo regional y motores de crecimiento acelerado, como lo son el energético y la construcción. Hay que dar celeridad a un renovado Plan Nacional de Infraestructura.
Es importante que, lo antes posible, haya claridad y perspectiva en el sector construcción y en proyectos de alto impacto, como pueden serlo un plan ambicioso para el Sur-Sureste y el relanzamiento de la industria de la vivienda y del desarrollo urbano sustentable y bien planificado.
Por eso es importante nuestra propuesta de presupuestos multianuanuales en proyectos de infraestructura prioritarios.
Tenemos a disposición medidas que pueden dar muy buenos resultados, este mismo año, para el mercado interno y el crecimiento de las Pymes.
En banca de desarrollo, aparte de lo proyectado por la reforma financiera, existe la oportunidad de ampliar el financiamiento a corto plazo con un programa de capitalización de intermediarios, expediente único y calificación inmediata. Asimismo, en la ampliación de la participación en compras de gobierno a Pymes, como lo ha planteado el Presidente Peña Nieto, con un sistema eficaz de fianzas para apoyar a proveedoras y contratistas del gobierno.
En materia de eficiencia regulatoria, se requiere de un compromiso más profundo y ambicioso con las Pymes en los estados y municipios, responsables de muchas de las barreras que encuentran estas empresas, así como mejorar opciones de fomento, promoción y procuración de sinergias regionales.
Los empresarios locales y sus autoridades son quienes mejor conocen sus necesidades, entorno y oportunidades.
Queremos trabajar más intensamente en este frente con la Conago, organismos empresariales y gobiernos locales.
En materia de seguridad pública, es muy importante integrar la experiencia, la perspectiva y la participación de las Pymes en los planes de prevención que se están impulsando.
Miles de empresas y empresarios de diversas regiones siguen padeciendo condiciones de afectación y alta vulnerabilidad ante la delincuencia.
Es tiempo de redoblar el esfuerzo para que despunte nuestro mercado interno, con una alianza efectiva público-privada para atacar con vigor los obstáculos, puntos débiles y factores estructurales que inhiben el desarrollo de la gran mayoría de las empresas en México.
A los empresarios, nos corresponde generar empresas sólidas, innovadoras y competitivas, con una oferta de calidad. Hay que ser buenos empresarios, y a la par, ciudadanos promotores de los cambios que requiere el país a fin de conjugar las condiciones óptimas para la prosperidad de todos los mexicanos. Este es el compromiso del sector empresarial.