Periodo Ordinario 2013

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Hoy se reanudan las sesiones ordinarias de la Sexagésima Segunda Legislatura Federal, abriendo un espacio de más 100 días en los cuales nuestros senadores y diputados tienen el enorme reto de sacar adelante una agenda sobrecargada, compleja y, a la vez, tan trascendente como urgente. Todo esto, en medio de un contexto político, económico e internacional que presenta presiones, y tensiones crecientes.
Son dilemas que obligan a no demorar las decisiones y evitar los titubeos, para fijar a tiempo y con claridad las posturas en torno a la lista de reformas y pendientes legislativos que hay que abordar con diligencia desde el primer día.
En nuestra perspectiva, entre los asuntos críticos, que deben atenderse con primacía, sin duda están las reformas energética y la hacendaria, que en gran medida son interdependientes y así tienen que abordarse. No se puede pensar en cualquiera de ellas si no se tiene en cuenta a la otra.
Hemos señalado que, en ambos casos, se requiere de reformas que de verdad cumplan con los adjetivos de estructurales, de fondo e integrales. No más ajustes superficiales o remiendos de carácter provisional.
Si ese es el desenlace, y las reformas vuelven a posponerse o se quedan cortas en su alcance, por el miedo a cambiar o pretender lograr un producto del gusto de todos, el resultado será una gran decepción, en México y en la visión que se tiene de nosotros en el exterior.
Unas reformas aplazadas o insustanciales serían el ingrediente que pudiera complementar una receta perfecta para el estancamiento económico, tomando en cuenta el entorno económico vigente. Evitemos que, en este momento decisivo, el clima político propicie una regresión a la improductividad y a la percepción de parálisis que predominó por más de 15 años.
Pemex no va a salir adelante con simples cambios administrativos, como no ocurrió con la reforma que se hizo hace cinco años. De igual forma, una reforma que se concentre sólo en aumentar los ingresos públicos cargando la mano a los contribuyentes cautivos y sin una reingeniería de la forma en que se usan esos recursos, puede generar desajustes en la economía.
Al contrario, si se da un diálogo constructivo, que genere acuerdos y la aprobación de reformas de gran calado, será un golpe de ánimo renovado, para que se recupere el optimismo que se debilitó con los indicadores recientes de nuestra economía.
No cometamos el error recurrente que ha mantenido a la economía nacional con un crecimiento mediocre y endeble: pensar que con el mismo modelo económico sin reformar, o con correcciones ligeras, podemos tener resultados diferentes no es posible. Ya es tiempo de apuntalar un nuevo esquema de crecimiento.
Llegó la hora, ya no hay más tiempo para posponer las decisiones. Los mercados, las necesidades y problemas que enfrentan los agentes económicos, y los desafíos de los mexicanos en general, tienen tiempos perentorios que no pueden ajustarse a los tiempos políticos. Es fundamental que la clase política tenga la capacidad de moverse al ritmo de los retos económicos y sociales de todos los mexicanos.
Con la misma urgencia se requiere de soluciones de fondo y firmes en los demás temas prioritarios de la lista:
Ningún paso atrás en la reforma constitucional en materia de educación y en las leyes reglamentarias necesarias para que tenga efecto.
No hay que retrasar más la aprobación de las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones, radiodifusión y competencia. Ahí hay una fuente importante de inversiones y dinamismo para el mercado interno, que debe agilizarse. En el mismo caso está la reforma financiera, otro instrumento poderoso para impulsar la reactivación económica.
Hoy necesitamos que el gobierno y los legisladores hagan explícito su compromiso con el crecimiento con acciones concretas. Que en el Paquete Económico para el 2014 haya un impulso más sólido y decidido para aportar dinamismo a la economía. Como hemos señalado, estamos a tiempo de armar un plan emergente de reactivación, que dé señales de que hay capacidad de reacción en las herramientas de estímulo que el Estado tiene a su disposición, incluyendo un flujo más rápido de la inversión y gasto público.
Hay margen para tener una política económica más expansiva, sin comprometer la estabilidad macroeconómica.
A la par que estas medidas, la sociedad mexicana demanda una respuesta seria a su exigencia de combate a fondo a la corrupción y la impunidad. Que ya no siga relegada la iniciativa presidencial para crear una Comisión Nacional Anti corrupción.
Comprometámonos, con acciones concretas, en la formalización de todas las actividades económicas. En estos retos radica la transformación profunda de México.
La prueba que tienen los legisladores es complicada, pero confiamos en que pueden superarla. Ya han dado muestras de su decisión de avanzar, y millones de mexicanos vamos a respaldarlos en la medida en que sean consecuentes con la exigencia de progreso y bienestar que hay en México.
Es momento de que todos los actores de la sociedad demos prueba de nuestro compromiso con la democracia y las vías institucionales para la interacción política.
Privilegiemos la interlocución respetuosa y abierta, y que las propuestas y argumentos sólidos superen a la desinformación, la descalificación y la intransigencia. Que la democracia, las instituciones y el Estado de derecho estén por encima del chantaje y la intolerancia.
No tiremos por la borda la oportunidad histórica que tenemos de concretar las grandes reformas que se requieren para el desarrollo de la nación, en beneficio de todos los mexicanos, y dar pruebas de una madurez tangible de nuestra democracia.
El sector empresarial seguirá construyendo equilibrios, fomentando el diálogo y la búsqueda de coincidencias, en el marco de la democracia. Este es el gran momento de México, no lo desperdiciemos.