Reunión Trilateral

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Esta semana tendrán lugar dos eventos de gran importancia para la economía nacional, y los dos vienen precedidos por buenas señales recientes.
El primero, la cumbre de mandatarios de América del Norte, del 19 de febrero en Toluca, Estado de México, se da en un momento inmejorable para llevar la relación trilateral a nuevas dimensiones de asociación entre Canadá, México y Estados Unidos.
El vigésimo aniversario del TLCAN coincide con el reconocimiento, coincidente en los tres países, de realidades, retos y oportunidades comunes que obligan a pensar en un futuro de creciente interdependencia y en la necesidad de una relación mucho más estrecha y estratégica.
El encuentro de los presidentes Peña Nieto, Obama y Harper debe ser ocasión para acordar y comprometer, desde su liderazgo, una nueva visión compartida para la región, que dé la pauta para meternos a una fase de mayor confianza y renovado dinamismo, sumando esfuerzos para colocarnos en la vanguardia global como bloque y generar prosperidad para nuestros pueblos.
El mundo está cambiando rápidamente, con un proceso de profunda recomposición en la economía global en plena marcha; América del Norte no debe rezagarse. Todos los factores están alineándose para emprender un reposicionamiento estratégico que potencialice la competitividad de nuestra región.
Por el acercamiento que hemos tenido en los últimos meses con empresarios canadienses y estadounidenses, así como con sus organizaciones representativas, vemos que el sector privado de los tres países coincide en esta línea, y ya estamos trabajando conjuntamente para definir prioridades y armar propuestas.
Como ya lo señalaron los cancilleres de los tres países, no se trata de someter al TLCAN a una revisión indiscriminada, que nos regrese a negociaciones superadas o ponga en riesgo los acuerdos fundamentales. Lo que hay es la oportunidad irrepetible de perfeccionar y fortalecer no sólo el Tratado, sino la relación trilateral en toda su amplitud y diversidad.
Llevar la interacción económica a un nivel superior, implica pasar del enfoque arancelario al de la facilitación del comercio y, sobre todo, a la integración productiva.
En lo respectivo al cuerpo del TLC, es importante ocuparse de aquellos puntos que generan barreras o cuellos de botella, con objetivos precisos en aspectos como certificaciones, transporte o solución de controversias. Pero sobre todo, hay que trabajar en todo aquello que contribuya a reducir brechas y disparidades para funcionar plenamente como bloque económico bien integrado.
La infraestructura fronteriza no está a la altura, y no sólo respecto a las proyecciones o potencial a futuro, sino de la misma escala que ya ha alcanzado el comercio actual. Este rezago menoscaba las ventajas logísticas y geográficas naturales de nuestra región sobre las de otros bloques. Igualmente, el marco regulatorio relacionado con los flujos económicos está desfasado: no corresponde ni con la cantidad ni con la complejidad del intercambio. Se requiere de mucha mayor armonización y eficiencia.
Mientras que el tráfico comercial se septuplicó desde la entrada en vigor del TLCAN, el número de pasos fronterizos casi no varió y el traslado de productos se ha vuelto lento para los patrones y necesidades actuales.
Urge reducir tiempos de cruces y procedimientos aduanales, al tiempo que mejoramos las conexiones ferroviarias, carreteras, portuarias y aeroportuarias.
Desde luego, es imperativo perfilar una política laboral más consistente, orientada a la movilización y la formalización de procesos que ya se dan en los hechos, pero de manera irregular. Se trata de que salgan ganando los trabajadores, las empresas y las comunidades de los tres países.
La integración productiva exige una política industrial común para detonar sinergias de exportación conjuntas, encadenamientos y clusters transfronterizos. Tenemos que apostar e invertir en una reindustrialización masiva regional, montada sobre factores como el potencial energético de los tres países, asegurando una interconexión efectiva en ductos y redes, que garantice un abasto de insumos eficiente y a precios competitivos.
En materia de negociaciones internacionales, ante procesos como el del TPP, lo que procede es una mayor coordinación, haciendo equipo para lograr las mejores condiciones para el TLCAN, como bloque. Juntos, podemos conseguir mejores condiciones, con más ventajas y elementos para negociar.
Un aspecto fundamental es generar una narrativa y una campaña para concientizar a los ciudadanos de los tres países sobre estas realidades, desafíos y grandes oportunidades. Es tiempo de combatir la indiferencia, prejuicios y estereotipos que contaminan la convivencia entre nuestras naciones y obstruyen la construcción de espacios comunes de prosperidad.
De la misma forma, será fundamental trabajar en una mayor cooperación en educación e innovación, así como apoyar a las Pymes para que se incorporen al comercio y los negocios transfronterizos, directamente y en su aporte a las cadenas de suministro. Para México este es un factor crítico.
En 20 años, las exportaciones han crecido exponencialmente, pero nos ha faltado avanzar en la prioridad de lograr un mayor contenido nacional por unidad exportada. La reducción de la brecha de productividad y de integración entre el sector exportador y el mercado interno es prioridad máxima de nuestra política económica.
Todos esperamos que en esta Cumbre se den señales contundentes que confirmen la determinación de ir hacia delante, desde el más alto nivel, con una agenda trilateral.
El otro acontecimiento importante al que hacemos referencia es la presentación de la iniciativa de legislación secundaria en materia de competencia económica, según lo ha anticipado el Ejecutivo Federal. En este caso, nos congratulamos por el firme respaldo de la Presidencia de la República a la reforma de telecomunicaciones y al recién constituido Ifetel, al anunciar que promoverá una controversia constitucional para defender las facultades otorgadas por el Congreso a este organismo.
Esta acción refuerza la confianza sobre la determinación de completar el proceso reformador que ha iniciado México, hasta su implementación efectiva.
En materia de la legislación sobre competencia económica, hemos señalado que un punto fundamental es que las facultades de COFECOE no vayan en contra de garantías y derechos fundamentales.
Que los cambios positivos no se vean opacados por factores que generen incertidumbre jurídica. Se trata de tener los pesos y contrapesos necesarios para potencializar y darle seguridad a la inversión y al desarrollo de los mercados.
Son tiempos de decisiones, para asegurar un desarrollo económico más sólido, sostenido y sustentable, que genere beneficios, empleos de calidad y oportunidades para todos. Sigamos adelante la transformación de México, preparándonos para ocupar el lugar que nos corresponde en nuestra región y en el mundo.