Infraestructura = Conectividad

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Sin duda, un factor esencial para que México crezca de manera más acelerada, con un desarrollo sólido en sus bases y que sea sustentable a largo plazo, es la inversión que debemos realizar en infraestructura.
Nuestro país adolece de enormes rezagos en esta materia, lo cual menoscaba de manera determinante nuestra competitividad, la productividad relativa de nuestros factores de la producción y la eficiencia e integración de mercados.
El atraso, respecto a las necesidades y el potencial del país en el campo de la infraestructura, se ha acentuado desde la década de 1970, cuando inició una fase aguda de recortes en la inversión pública, mientras que la privada no ha sido suficiente para compensarlos.
De esta forma, se ha calculado un déficit de inversión que, al menos, pasa de 60 mil millones de dólares, con áreas donde es especialmente grave, como energía, agua y transporte. Pero de acuerdo a otras estimaciones, el rezago puede ubicarse en alrededor del 14% del PIB, en función de lo que sería un capital de infraestructura adecuado para el tamaño de nuestra economía y la relación promedio existente en países desarrollados y emergentes.
Para romper esa gran brecha y sostener un ritmo de crecimiento de cuando menos 3.5% al año, tenemos que invertir cerca de 71 mil millones de dólares anuales hasta el 2025.
Un atributo indispensable para el éxito económico de las naciones es la conectividad, y ésta, cada vez más, depende de la capacidad de mantener vigente, y preferentemente a la vanguardia, una infraestructura de calidad, competitiva respecto a parámetros internacionales, tanto en términos cuantitativos, como cualitativos y de costo.
Así se lo plantearon en Estados Unidos, hace más de cien años, cuando trazaron objetivos concretos y diseñaron un sistema de autopistas multi-carriles que conectara a todo el país, y de manera gratuita o a muy bajo costo para los usuarios.
Hoy tienen un ambicioso plan para construir una red de trenes de alta velocidad por todo el país, el cual se extiende hasta el año 2030.
De lo que se trata es de vincular eficientemente al mercado interno, hacia adentro y con el mundo, lo mismo para efectos de consumo que de producción, pero también de la movilidad de las personas. Es claro que el progreso estará acotado en función de los límites de la infraestructura.
Incistimos en que la clave es la conectividad, la cual sigue siendo un punto débil para el desarrollo de México, y que debemos atender con visión estratégica, con una planeación cuyo horizonte sea de cuando menos de 20 a 30 años.
Este es el mejor momento para fijarnos metas de este tipo y compromisos concretos para cumplirlos, tanto por las reformas estructurales que se están procesando, como por la relevancia y los alcances del Programa Nacional de Infraestructura 2014-2018, que es todo un hito en este campo.
El monto de los recursos involucrados es histórico: 7.7 billones de pesos, con lo cual se duplica lo invertido en el sexenio pasado. 63% los aportará el Estado y el resto, la iniciativa privada.
El programa contempla tres sectores estratégicos adicionales a comunicaciones y transportes, energía y red hidráulica: salud, desarrollo urbano y vivienda, y turismo. Incluye obras que no pudieron ser concluidas en el periodo anterior y considera tanto la cobertura interregional como la nacional, estableciendo prioridades como el impulso a la Región Sur-Sureste, con una Estrategia Transversal específica que abarca 189 proyectos.
Las oportunidades para el sector empresarial son múltiples y de gran calado, y se amplían con los nuevos esquemas de asociaciones público-privadas, y desde luego, con la reforma energética y la de telecomunicaciones, que por sí mismas serán los más poderosos motores de inversión en los próximos años.
Hay que apoyar este Programa y la consolidación e implementación de las reformas; es prioritario para México, e inclusive asunto de seguridad nacional.
Por ahora, estamos en el lugar 64 de 148 países en materia de infraestructura del Índice de Competitividad Global, pero en aspectos como calidad del suministro eléctrico caemos hasta la posición 81. Para consumidores comerciales, éste llega a costar 70% más que en el vecino país del norte.
En oleoductos, Estados Unidos tiene cerca de 245 mil kilómetros construidos, contra poco más de 15 mil de nuestra parte; en gasoductos, la diferencia es de casi 500 mil kilómetros.
En otros rubros de infraestructura, las brechas son igualmente dramáticas: en número de vuelos aéreos, la diferencia es de 24 veces, y en abonados a Internet por banda ancha, casi del triple. En 20 años, 10 millones de mexicanos adicionales requerirán acceso a agua potable.
En líneas férreas, el kilometraje permanece estancado en México, y es casi 10 veces menor al de Estados Unidos. En puertos marítimos se dan las mismas condiciones, y enfrentamos signos de saturación y un lento desarrollo de opciones. Sólo contamos con uno considerado como grande, mientras que una economía exportadora de nuestro calibre, como Corea del Sur, tiene siete puertos de esas dimensiones, y mueven cinco veces más contenedores que nosotros por barco.
Desde luego, el grueso del comercio exterior de México se realiza por vía terrestre, a través de nuestra frontera norte, pero es bien sabido que también en este caso existe un rezago muy importante en la infraestructura logística fronteriza, que afortunadamente se está atendiendo de manera conjunta, con Estados Unidos.
La densidad de carreteras mexicanas es casi cuatro veces inferior que la de China, y más de seis veces menor que la de Estados Unidos. Más del 80% de las carreteras en Corea del Sur están pavimentadas; en México, las que están en esas condiciones, no llegan a 40 por ciento.
El desafío es mayúsculo, pero es indispensable acometerlo, si es que queremos tener un desarrollo con equidad, que reduzca las disparidades sociales y regionales. Sólo así mantendremos nuestra competitividad logística de cara al mercado global, así como un fuerte empuje en la actividad económica y en la generación de más y mejores empleos.
Necesitamos extender el acertado Programa Sexenal de Infraestructura a un plazo más amplio, hacia el 2030, con el cometido de multiplicar la infraestructura actual, poniendo como ejes del proyecto la conectividad y accesibilidad para todos los agentes económicos y todos los ciudadanos, tanto en términos de formatos como de costos adecuados.
Este es el tiempo de apostar fuerte por la infraestructura. El sector empresarial mexicano está unido y comprometido en torno a este gran objetivo nacional.
Vamos adelante con la dinámica de modernización que hay que acelerar en México.