El Economista, Política y Sociedad, pág. 48, Ana Langner.
La corrupción es el gran motor de desaceleración de un desarrollo sostenible en los países y es capaz de estancar el potencial de las naciones, opinó Elliott Harris, director del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
“La corrupción es una de las peores influencias para el desarrollo (…), significa que frecuentemente países y sociedades no pueden conseguir su potencial porque muchos de los beneficios son absorbidos, robados”, advirtió.
Entrevistado en el marco de su visita para la Reunión Intersesional del XIX Foro de Ministros de Medio Ambiente, que se llevó a cabo en México, enfatizó que la transparencia y rendición de cuentas son “tema crucial” para lograr un desarrollo sostenible.
En la senda para la Implementación de la Agenda para el Desarrollo 2030, todas las partes esperan beneficiarse y el acercamiento a esta agenda es tan complicado que los gobiernos no podrán lograrlo de manera aislada, necesitan de socios, dijo.
Harris especificó que la labor no incluye sólo a los gobiernos; se requiere conciencia ciudadana, compromiso social de denuncia ante actos corruptos y la exigencia de castigo a quien cometa estos malos actos.
El director del PNUMA destacó que en el paradigma de la sustentabilidad, no existe una brecha entre proteger el medio ambiente y tener un buen crecimiento económico. Lo que se requiere son modelos distintos de desarrollo financiero y trabajos sostenibles.
Recomendó a países muy ligados a los combustibles fósiles e incluso a más limpios como el gas shale —como México— paulatinamente redirigir esfuerzos para desarrollar energías renovables, pues por muy limpio que sea un recurso no renovable, éste se agotará tarde o temprano.
El abordaje hacia un desarrollo sostenible debe mirarse desde un todo: su crecimiento económico, política social, así como protección y extensión medioambiental.
Fuente: El Economista