El Economista, Empresas y Negocios, pág. 19, Gabriel Quadri
El calentamiento global y sus consecuencias potencialmente catastróficas pueden leerse como una tremenda falla del mercado. Productores y consumidores utilizamos la atmósfera del planeta para arrojar libremente en ella desechos de la combustión de energéticos fósiles y de la deforestación o quema de selvas y bosques. La atmósfera es un bien público por excelencia, es decir, y siendo sus funciones muy valiosas, es imposible o muy difícil excluir a alguien de utilizarlas; es de acceso libre. Abusamos de ella como resultado de la escala y modalidad de actividades humanas extensamente difundidas de abastecimiento de electricidad, transporte y movilidad, producción industrial, y de alimentos y otros bienes de origen agropecuario. Y lo hacemos de manera gratuita.