El Universal, Cultura, pág. 1-10, Berenice González Durand.
Un átomo de carbono unido a dos átomos de oxígeno es el principal protagonista de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21).
El dióxido de carbono (CO2) es un gas sin color ni aroma, pero fundamental para la vida en la Tierra. Todos los organismos aerobios lo producen al respirar. También es exhalado por otras fuentes naturales como volcanes y geiseres, así como durante el proceso de descomposición de materiales orgánicos. El dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero , como se le conoce al fenómeno atmosférico en la naturaleza que mantiene la temperatura del planeta al retener parte de la energía proveniente del Sol.
El aumento en las emisiones de este gas, debido principalmente al crecimiento de las actividades humanas , como el uso de combustibles fósiles, ha ocasionado que el equilibrio natural se rompa dando paso al cambio climático global, la razón de las cumbres ambientales como la que actualmente se realiza en París.
El balance del impacto de este tipo de gas es complejo por las relaciones que existen entre las emisiones y sus reservas en la atmósfera, así como su utilización en el proceso de fotosíntesis y sus depósitos en los océanos. Sin embargo, se ha documentado aumento de CO2 desde mediados del siglo XIX e incluso se empieza a tener información sobre su presencia en épocas previas, gracias al análisis de los gases en muestras de hielo obtenidas en las profundidades de Groenlandia y otras regiones gélidas del planeta.
Este tipo de investigaciones han servido para establecer que el actual aumento en las concentraciones de dióxido de carbono superan las fluctuaciones naturales, pues en los últimos 200 años la actividad humana ha sido determinante para este ascenso en los registros de las emisiones de que hoy se establecen en concentraciones de 400 partes por millón.
“Lo que buscan este las reuniones sobre cambio climático es generar un acuerdo entre todos los países del mundo para tratar de reducir las emisiones de dióxido de carbono que se han incrementado de manera consistente desde la época preindustrial y que ha generado un aumento en la temperatura, un incremento registrado en un grado centígrado en los últimos años. Pero además existe la expectativa de que la temperatura pueda seguir subiendo con efectos potencialmente catastróficos para la humanidad”, señala el Doctor Francisco Barnés Regueiro, Director Ejecutivo del Centro Mario Molina.
El cambio climático se hace visible
El especialista señala que poder cuantificar los posibles daños del cambio climático es muy difícil. “El clima es un sistema tan complejo que es imposible asignarle un valor, pero lo que sí sabemos es que si la concentración de dióxido de carbono sube por arriba de 600 partes por millón, hay una probabilidad alta de que la temperatura del planeta suba entre cinco y siete grados centígrados. Un aumento de la temperatura en este nivel sí traería situaciones catastróficas”, señala y agrega que sin embargo hay muchos efectos del cambio climático que ya son visibles.
“Solo basta ver el caso de México. Los fenómenos meteorológicos extremos se han venido exacerbando no solo en intensidad, sino también en frecuencia”.
El especialista señala que uno de los ejemplos más evidentes en nuestro país son los los huracanes.
“El país acaba de salvarse de uno de los fenómenos del género más fuertes registrados en la historia y que entró por la costa del Pacífico. Afortunadamente los sistemas de alerta temprana y política pública de movilización funcionaron, pero también hubo mucha suerte por la forma específica en que entró el huracán en territorio mexicano y que nos permitió salir bastante bien librados, pero no ha sido el caso de otros fenómenos que han afectado a estados como Tabasco, Baja California y Guerrero”, comenta Barnés subrayando también el impacto que han tenido los incendios al arrasar con parte del patrimonio biológico nacional; así como las afectaciones a cosechas y ganados producto de las sequías.
“Los daños reportados en México atribuibles a efectos del clima en los últimos años, rebasan los 15 mil millones de pesos al año en promedio. Además se puede esperar que haya un incremento en la magnitud de estos fenómenos, por eso es importante alcanzar acuerdos en París para bajar las emisiones, pero más allá de esto, es importante que en México se alcancen acuerdos en políticas públicas, no sólo para reducir la emisiones, sino también para adaptarnos y prepararnos ante los cambios en el clima”, señala quien también fuera el encargado de dirigir anteriormente instituciones como la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAM) y el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).
En este sentido, el especialista dice que es de vital importancia fortalecer todos los sistemas de alerta temprana.
“México acaba de realizar un acuerdo con Estados Unidos para compartir información meteorológica y poder anticipar qué tipo de fenómenos se desarrollan en las costas mexicanas y con qué tipo de intensidad o riesgo se pueden presentar”, señala y agrega respecto a esta temática que una de las cosas que va a tratar de impulsar nuestro país en la COP21 es un acuerdo para que todos los países cuenten con estos sistemas y que sea precisamente a través del financiamiento de los países desarrollados que se logre pagar este tipo de apoyos.
Ciencia y prevención de desastres
Ante el impacto in crescendo de los fenómenos naturales, la comunidad científica internacional está consciente de que se necesitan herramientas cada vez más eficaces para estudiar los procesos relacionados con los elementos que afectan al clima y con qué variantes lo transforman.
Uno de los instrumentos científicos más prometedores para poder estudiar a fondo el impacto de estos fenómenos es el Observatorio Orbital de Carbono-2 (OCO-2).
Lanzado el año pasado desde la Base de la Fuerza Aérea de Vandenberg, en California, este satélite proporciona una imagen más completa y global de las fuentes de dióxido de carbono naturales y humanas, así como de los procesos naturales por los que este gas sale fuera de la atmósfera y queda almacenado en determinadas regiones del planeta.
El satélite fue desarrollado dentro del programa Earth System Science Pathfinder (ESSP) de la NASA y forma parte del Afternoon Constellation , un programa internacional de seis satélites de observación de la Tierra que han sido ubicados a una altura de 705 kilómetros en órbita heliosincrónica.
El OCO-2 es el único satélite perteneciente a esta misión en hacer observaciones sobre el dióxido de carbono. Otra de las misiones que se ha centrado en la monitorización del dióxido de carbono es el satélite japonés GOSAT, sin embargo en una de las recientes sesiones de la COP21, China anunció que también proyecta lanzar un nuevo satélite de este tipo para reforzar los datos disponibles sobre el dióxido de carbono. Precisamente China es uno de los principales generadores de este gas en todo el mundo.
“Lo que se espera que surja de esta cumbre es un acuerdo entre todas las naciones del mundo para empezar a reducir emisiones a partir del año 2020. Para ello ha habido un trabajo previo y los países que representan 90% de las emisiones han planteado diversos compromisos frente a la Convención Marco de las Naciones Unidas”.
Francisco Barnés explica que México propuso reducir sus emisiones 22% con respecto a un escenario inercial al año 2030 y además lo ha hecho de manera no condicionada y con recursos propios. “Eso es lo que esperaríamos que hicieran otros países en vías de desarrollo, que lograran establecer un compromiso de acuerdo a sus posibilidades y capacidades diferenciadas”.
El especialista señala que para tratar de mitigar los efectos del cambio climático hay muchas acciones que se pueden llevar a cabo y que incluso pueden reportar un beneficio económico a la sociedad. Algunos estudios del Centro Mario Molina y del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático identifican un universo de acciones como las relacionadas con los usos cotidianos de la iluminación y transporte, que requerirían incluso menos unidades de energía para lograr resultados más “limpios” y a un menor costo.
Para Barnés, una conquista propia en estos temas es la Ley de Cambio Climático que se estableció en el 2012. Para el año 2020, acorde con la metas del país en materia de de reducción de emisiones, se establece en esta ley que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en coordinación con la Secretaría de Energía y la Comisión Reguladora de Energía, deberán tener constituido un sistema de incentivos que promueva y permita hacer rentable la generación de electricidad a través de energías renovables como la eólica, la solar y la minihidráulica.
“Lo que genera o asegura esta ley es que se desarrollen los instrumentos de planeación tanto a nivel federal como local en estrategias de reducción de emisiones a corto y largo plazo, así como también que los estados y municipios cuenten con programas o mapas de riesgo para entender vulnerabilidades a diferentes elementos”.
Barnés agrega que un elemento adicional es la reciente aprobación en el senado de la Ley de Transición Energética, que asegura una ruta de descarbonización en el sector eléctrico donde se espera que para el 2024 se tenga 35% de energías limpias abasteciendo el sistema. “Estamos en el camino correcto, pero hay retos pendientes: que todos estos instrumentos de planeación y las metas en efecto se traduzcan en proyectos medibles, reportables y que nos aseguren que realmente estamos reduciendo las emisiones planteadas”.
Fuente: El Universal