La Jornada, Economía, pág. 29, León Bendesky.
Se hacen apreciaciones con respecto al tratamiento del problema del medio ambiente que tienden a distorsionar la discusión. Henry Paulson, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos en el tiempo en que se desató la crisis financiera en 2008, copreside ahora el Proyecto Negocios Riesgosos. Este se dedica a cuantificar los riesgos económicos del cambio climático en sectores clave de la economía de ese país.
Para Paulson existe una similitud entre el tratamiento de la crisis financiera y la del clima. Para él fue el exceso de endeudamiento el que provocó la primera, y es el exceso de CO2 el que provoca la segunda. Ambas están, a su juicio, afectadas por políticas públicas fallidas y por incentivos perversos que llevan a una expansión de los riesgos que toman las empresas. Lo que marca una diferencia, según afirma, es que en materia financiera el gobierno previno la crisis con acciones de última instancia –aplicadas por él mismo– mientras no existe esa opción en cuanto al medio ambiente.
La intervención a la que se refiere y de la que fue artífice evitó una crisis de la magnitud de la de 1929-33, aunque la economía estadunidense registró una severa recesión, alto desempleo y la acumulación de una enorme deuda pública. Los recursos públicos usados salvaron el sistema financiero, con algunas víctimas notables; pero también extendieron la crisis a escala global. En nuestro caso provocaron la desaceleración de la actividad económica de los países emergentes y la debilidad de sus monedas.
La fragilidad financiera no se ha superado, una muestra es la persistencia de tasas de interés cercanas al cero por ciento en Estados Unidos, situación anómala en la gestión monetaria. Así mismo, está la precaria situación económica europea, con Grecia como muestra sobresaliente. El Banco Central Europeo ha intervenido a la manera de la expansión monetaria de la Reserva Federal, sin conseguir un aumento de la inversión y el empleo. Ahora trata de evitar la deflación. Según los organismos financieros internacionales, los balances de los grandes bancos comerciales siguen teniendo grandes agujeros, y los recursos públicos siguen destinándose a prevenir la caída, a expensas de los gastos sociales. La política fiscal está también muy comprometida.
Así que las afirmaciones de Paulson son controvertibles. Es cierto que los gobiernos y los bancos centrales por todas partes han aplicado políticas consistentes para evitar el colapso. Una de las vertientes de esas políticas ha sido el gran aumento de la desigualdad económica, asunto que ha escalado en la agenda de los debates técnicos y políticos, aunque hay que reconocer que con pocas consecuencias prácticas.
En materia de medio ambiente, la política pública a escala nacional e internacional es muy limitada en cuanto a acciones específicas y, sobre todo, en cuanto a resultados que aminoren los efectos del cambio climático. China es en este sentido un caso relevante. El rápido crecimiento económico y las condiciones del uso de la energía asociado con él han llevado a altos grados de contaminación y de deterioro ambiental que ponen de manifiesto la incapacidad se sostener la expansión. Estados Unidos sigue siendo el principal consumidor de carbón y su economía es altamente contaminante.
Políticamente se ha desplegado con mayor intensidad la discusión sobre las medidas para contener el aumento de la contaminación y el efecto del calentamiento global. Pero sigue habiendo una negación muy activa y primitiva sobre estos fenómenos, sobre las evidencias científicas que se generan y de sus consecuencias, como se advierte en las posiciones de los políticos republicanos en Estados Unidos, que obstruyen cualquier acción al respecto. En otros países hay situaciones similares y en muchos más los debates son todavía muy precarios, si es que existen.
En seguida se repiten toda una serie de lugares comunes acerca del problema en cuestión. Entre ellos son estos los recurrentes : Si no actuamos ya, los riesgos serán mayores y perderemos la oportunidad de evitar peores resultados. Las empresas deben integrar en sus decisiones de inversión los peligros del cambio climático y exigir acciones de política pública. Cuando se manifiestan las consecuencias graves del cambio medio ambiental todos pagamos.
Los economistas favorecen de modo primordial las medidas asociadas con los precios por contaminar y los ajustes generados por los mecanismos del mercado. Lo que vuelve a ponernos en el terreno de Paulson, que supo muy bien que el mercado no iba jamás a amortiguar la crisis financiera, el gobierno tenía que intervenir decisivamente. La competencia y las condiciones de la rentabilidad de las inversiones productivas no se acomodan a las señales del mercado cuando expresan alteraciones de los costos (incluyendo los del trabajo), de los precios de venta y los márgenes financieros. Son vías que nos convergen.
Los gobiernos no actúan decisivamente en el campo del cambio climático, como no lo hacen tampoco con respecto a las condiciones para amainar ahora las confrontaciones asociadas con la guerra y el terrorismo. La violencia social tiene, tal vez, un correlato con la violencia ambiental. Hay muchos intereses de por medio. Me excuso, por este lugar común.
La repetición, se ha dicho ya, puede en la vida diaria servir de algo; se puede repetir un chiste varias veces y seguir siendo gracioso, en política esta conducta lleva necesariamente a los clichés.
Fuente: La Jornada.