La Jornada, Economía, pág. 27, John Saxe-Fernández/ III.
Son alarmantes y abruptos los cambios en indicadores claves sobre el clima terrestre que se han venido observando en lo que va de 2016, después del fiasco de la COP21 que operó bajo el dominio de una potencia incapaz de lanzar en París, como esperaban altos cargos franceses dada la urgencia del caso, un acuerdo vinculante sobre las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI). Más bien se hizo sentir la férrea oposición de la poderosa fracción fósil desde el Congreso de Estados Unidos bajo negacionistas republicanos. Obama ni lo intentó. No se atrevió molestar los intereses del gas, carbón y petróleo. Sólo se articuló lo que James Hansen calificó de farsa, a base de compromisos voluntarios. Por encima de la sobrevivencia humana, prevaleció la fabulosa ganancia de la combustión de fósiles.
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